17.7.09

Los días de lluvia lee tus pupilas negras. Ella busca las grietas de la tierra, bucea en sus abismos húmedos, que son los mismos que los de tus ojos. Ella, con el cuerpo abierto, encuentra retazos de la verdad necesaria, oculta, y más que nada ocultada. Los años no traen el polvo, el polvo lo traen los asesinos del tiempo. Ella te pregunta cómo podría ser posible que termine la historia si en tu propia sangre sentís el universo, si tus pies todavía se mueven y tus manos no tienen miedo de quemarse con el sol.
Ella te mira y vos la ves, pero no es sólo ella quien te mira. Escondidos en las esquinas y en las hojas de los árboles, miles de ojos quieren encontrarse, encontrarte. “Mírense tranquilos” dicen los cínicos, que saben que con mirar nada cambia. Pero lo que ellos no saben es que de esos ojos van a crecer brazos, que ya no van a mirarse solamente.
Ella susurra en tu pelo verdades suyas y tuyas, ella y muchos otros susurran verdades nuestras.
Un día de lluvia, estalla el silencio en un grito.