28.12.10

Me gusta el verano porque en verano mi casa me escupe. Me escupe a la calle y el techo amenaza: te puedo aplastar y te lo digo para salvarte.

Mi casa en verano me echa de mi casa, de mi propia casa. Me echa de mi casa y sin que ella escuche las paredes explican: tu cabeza no se rompe con golpes de cemento.

Me gusta el verano porque en verano mi casa me escupe. Me escupe a la calle y los colores son los de la selva: quiero que te devoren esos húmedos animales cromáticos.

Naciste sonriente con ojos esponja para aprender a llorar de belleza. Después de mil veces morir naciste por los muertos que te hicieron nacer.

24.12.10

Me visitó una mañana azul. Yo preparaba un té. El agua que explotaba en la pava no era el gris infierno cotidiano sino la soga que me rescataba del subsuelo de un pozo ciego. Me acompañaba la conformista lucidez de quien entiende que la farsa fue construida para protegernos de lo sin nombre.

Tocó el timbre y no quise atender, pero mi cuerpo me quebró la voluntad. Tiempo entró vestido con un saco negro espeso y se sentó sin pedir permiso en el sillón del comedor.

-Me insultan los minuteros y segunderos que colgás en las paredes- dijo.

-Hijo de puta. Otra vez la esquizofrenia, el terremoto otra vez. Qué hipócrita que sos Tiempo, con tu cara tradicional de reloj de casa de abuelos, ofendido porque yo, este ladrillo ínfimo del edificio social, me compro tus mentiras- pensé.

Tiempo y su intrusiva constumbre de leer las palabras mudas de las cabezas me contestaron que las mentiras eran las mías, o las de ellos, pero no las suyas.

Tiempo se sacó las agujas y del uno al doce todos sus ojos de números se transformaron en luz. Me golpeó desnudo con su patada de eternidad inexistente y traduje en un grito el dolor de mi estómago.

Se fue sin que lo eche. Los dos sabíamos que no quedaba nada para decir, aunque yo no hubiera entendido si había venido a verme para iniciar el tormento o para acabar con las fronteras de la tortura.

Puse el saquito de té de vainilla en la taza y la mermelada de arándanos en el pan. Acá no pasó nada, corazón, acá no pasó nada.

22.12.10

Me muerde las piernas la nostalgia de tus manos inventadas. Tu cuerpo invisible de insecto brillante escupe las semillas de uvas perdidas.

Tengo un pájaro de campociudad en la médula que teje en silencio un vestido impreciso: en las horas ocultas me cubre las mentiras.

Mi memoria es el árbol verde que sueño en las siestas ácidas. El limonero me deja caminar sus ramas y la tierra de naranjas me trepa los labios.

Esta noche mi casa se inunda y el río me lima la corteza. La cama infiernoparaiso no tiene imanes. El que me llama es el cielo.