13.10.09

Cuando me olvidaba del problema, de esos problemas que eran tantos pero eran uno solo, al menos por estar juntos, al menos por viajar en la misma valija en el mismo tren, cuando me olvidaba y el día estaba soleado, salía a caminar sobre el colchón nublado del cielo, que no existía ese día de sol, ese día en que las nubes eran pura ausencia.
Era una caminata lenta, quizás ni siquiera fuera una caminata, quizás fuera más parecido a estar inmóvil, infinitamente inmóvil, balanceándose como un animal que sueña.
Cruzaba las calles del centro como saltando piedras en la orilla del río. Despojada de preguntas, desvestida de redes y enredos, comprendía que todos los lugares eran un mismo lugar cortado en mil pedazos, descuartizado por un tiempo irregular que no era ni círculo ni línea.
Corría a veces, corría porque era tarde o más bien porque quería verme, aceleraba los pasos para llegar más lejos o más cerca, más lejos y más cerca.
Yo esos días siempre estaba ahí esperándome, en el mismo banco en la misma plaza, sosteniendo esa valija de ese tren. Estaba esperándome para que cuando llegue corriendo no me olvide, para decirme que la oscuridad más oscura era la que había conocido al sol.

1 comentario:

Eze dijo...

Está muy bueno che. Me gusto esta frase: "comprendía que todos los lugares eran un mismo lugar cortado en mil pedazos". Ya sabes, en cualquier momento se viene el cuento o la mini novela, je, te veo muy bien para ello.
Beso